Cuando la Competición Mata la Pasión: ¿Estamos Preparando a los Jóvenes para Abandonar el Deporte?
Por Pablo S.R
A Coruña – Febrero 2025
Recuerdo perfectamente la primera vez que me tiré a una piscina en una competición. El ruido de la gente en la grada, el eco de los altavoces anunciando mi prueba, la adrenalina corriendo por mi cuerpo. No tenía miedo. Solo quería nadar. Para mí, en aquel momento, el deporte era pura emoción.
Pero con el tiempo, la relación con el deporte cambia. En algunos casos, crece el amor por la disciplina, el deseo de mejorar, la sensación de que cada entrenamiento tiene sentido. En otros, la presión, el miedo a fallar y la exigencia constante apagan esa chispa inicial. He visto ambos escenarios de cerca: como deportista de alto nivel, como entrenador y como investigador. Y lo que más me preocupa es que, cada vez más, los niños y jóvenes están perdiendo el disfrute del deporte antes de llegar a su madurez.
Luka Doncic, estrella de la NBA, lo ha dicho claramente: los jóvenes dejan el deporte porque ya no es divertido. Y no habla solo desde la intuición. Investigaciones recientes y testimonios de deportistas juveniles confirman lo mismo. El deporte, que debería ser un espacio de aprendizaje, crecimiento y comunidad, se está convirtiendo en una fuente de ansiedad.
El Miedo a Fallar: Cuando el Juego Se Convierte en Obligación
Hace unos años, trabajé con un grupo de nadadores de alto nivel para estudiar cómo sus objetivos influían en su motivación. Mi investigación, 2x2 Dominant Achievement Goal Profiles in High-Level Swimmers, encontró algo que todavía me resuena: los atletas que enfocaban su éxito solo en ganar a los demás o evitar quedar en ridículo tenían niveles de ansiedad más altos y, con frecuencia, menos satisfacción con su deporte. En cambio, aquellos que veían el deporte como una oportunidad para mejorar personalmente, independientemente del resultado, mostraban una mayor resiliencia y bienestar.
Este patrón no es exclusivo de la natación. En el artículo de The Learning Network, jóvenes de diferentes disciplinas describen experiencias similares. Algunos disfrutan de la competición y del reto, pero muchos otros han visto cómo la presión —de entrenadores, padres, o incluso de sí mismos— ha transformado algo que amaban en una carga.
Un testimonio en particular me llamó la atención. Katherine, una futbolista de Georgia, relató cómo la obsesión por el rendimiento y las becas deportivas le generó tanta ansiedad que su identidad quedó completamente atada a su éxito en el campo. Cuando una lesión la obligó a parar, sintió que no sabía quién era sin el fútbol.
No es la única. He visto demasiados jóvenes pasar por lo mismo: perderse en el deporte hasta el punto de que, cuando algo los obliga a detenerse, no saben cómo seguir adelante. Y me pregunto: ¿cómo hemos permitido que el deporte, que debería construir personas más fuertes y felices, termine rompiéndolas?
El Problema No Es la Competición, Es el Enfoque
No se trata de eliminar la competición. El reto, la superación, la adrenalina de darlo todo son parte del encanto del deporte. Pero el problema surge cuando el sistema solo premia el resultado y olvida la experiencia. Cuando los niños son empujados demasiado pronto a ligas ultra competitivas, entrenamientos agotadores y expectativas desmedidas, sin espacio para jugar simplemente por el placer de hacerlo.
El problema es que hemos convertido el deporte juvenil en una escalera donde solo importa el próximo peldaño: ser titular, entrar en la mejor academia, conseguir una beca, firmar un contrato. Y en esa obsesión por avanzar, nos olvidamos de algo fundamental: no todos los niños quieren ser profesionales, pero todos tienen derecho a disfrutar del deporte.
El Olvido de los Deportistas: Un Síntoma de un Sistema Insostenible
Lo más grave es que este modelo no solo afecta a los niños y jóvenes, sino que se extiende a lo largo de la carrera deportiva y más allá. Cuando un atleta está en la cima, todo el mundo quiere asociarse con él: instituciones, políticos, federaciones. Pero cuando el tiempo pasa y su nombre deja de ser noticia, su historia y sus logros quedan en el olvido.
Este vacío institucional rompe la sostenibilidad del sistema deportivo. Si los atletas que han vivido de primera mano las exigencias del alto rendimiento no pueden transmitir sus aprendizajes a los jóvenes, perdemos una oportunidad enorme de hacer que el deporte sea mejor.
Deporte, Sostenibilidad y Responsabilidad Social: Un Cambio Urgente
Hablar de sostenibilidad en el deporte no es solo hablar de ecología o de la gestión de recursos. Es hablar de sostenibilidad humana. El deporte necesita una base sólida de atletas, aficionados y profesionales comprometidos con su futuro. Y eso no se logra explotando a los deportistas hasta que se quemen y luego olvidándolos.
Si un niño asocia el deporte con estrés, presión y miedo al fracaso, es poco probable que lo practique de adulto. Si un exatleta se siente olvidado, difícilmente querrá contribuir con su experiencia. Si no garantizamos que el deporte sea un espacio saludable para todos, perderemos no solo talentos, sino generaciones enteras de aficionados y consumidores.
Aquí es donde entra la Responsabilidad Social Corporativa (RSC). No podemos seguir midiendo el éxito de un sistema deportivo solo en medallas. La verdadera sostenibilidad del deporte depende de que sea accesible, disfrutable y que cuide a los deportistas en todas las etapas de su vida.
El Futuro del Deporte Está en Juego
Imagina un niño que crece en un entorno donde el deporte es sinónimo de diversión, amistad y superación. Ese niño se convertirá en un adulto que seguirá practicando, apoyará a su equipo, y transmitirá el amor por el deporte a sus hijos.
Ahora imagina a otro niño que solo recuerda gritos desde la grada, entrenamientos agotadores y la sensación de nunca ser suficiente. Ese niño, cuando crezca, probablemente se alejará del deporte para siempre.
El deporte no puede ser una máquina de triturar talentos y desechar personas. Si queremos un futuro sostenible, tenemos que empezar a cuidar a los deportistas en todas sus etapas. Porque si seguimos destruyendo la pasión en los jóvenes y olvidando a los que lo han dado todo, ¿qué nos quedará del deporte en el futuro?
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