"Más que un juego, más que un gol"

El frío de la noche nos envolvía mientras caminábamos de regreso al hotel. El eco de los cánticos seguía resonando en la distancia, como si la ciudad misma quisiera prolongar la magia de la jornada. Habíamos llegado esa mañana pensando que sería un día más de trabajo, una evaluación más sobre tecnología y sostenibilidad, pero lo que habíamos vivido esa noche nos había cambiado. Mario caminaba a mi lado, todavía con una sonrisa que no podía ocultar, y yo, aunque no quería darle demasiadas alas, no podía dejar de sentirme igual.

—¿Sabes? Hoy no solo ganó el sector 5 —dije, rompiendo el silencio—. Esto fue más grande que nosotros, Mario. Cada paso que dieron esas personas, cada decisión de caminar o usar el metro, no era solo para sumar puntos en una app. Fue para ser parte de algo más grande, algo que los conectaba con el club, con su comunidad. Hoy no fue solo fútbol. Fue algo que deja huella.

Mario asintió, girándose hacia mí con esa expresión de satisfacción que tanto me irritaba cuando tenía razón.

—Lo sabía —dijo, con un tono de triunfo contenido—. Sabía que lo verías. Es que eso es lo que hace especial a esto. El fútbol es el motor. Es lo que une a la gente, lo que los hace venir, lo que los inspira. Pero el club logró algo más: les dio la oportunidad de ser parte activa. Votaron por un mosaico, caminaron por su sector, interactuaron con cada pequeño detalle. Y no solo se sintieron parte del club. Crearon un impacto real: en el medio ambiente, en su salud, en la comunidad. Eso es lo brillante.

—Y además ganó tu mosaico —añadí, para aligerar el momento. Mario se rió, esa risa suya que a veces resulta contagiosa.

—Nuestro mosaico —corrigió, con una sonrisa—. Pero sí, fue el mejor. Y ahora, ¿qué hacemos con todo esto?

Me detuve un momento, mirando las luces de la ciudad, pensando en la respuesta. La verdad era simple, pero también poderosa.

—Lo trasladamos. Esto no puede quedarse aquí, Mario. Lo que vimos hoy, lo que vivimos, tenemos que llevarlo a nuestros clientes. Imagínalo en el equipo de ACB con el que estamos trabajando. No solo las luces, que ya son impresionantes, sino la idea de que cada pequeña acción cuenta. Que los aficionados son más que espectadores. Son parte del juego, de la experiencia, de algo que puede marcar una diferencia real.

Mario asintió, su entusiasmo renovado.

—Sí. Podemos mostrarles cómo el deporte puede inspirar. Cómo no solo puede emocionar en el campo, sino también generar impacto fuera de él. Esto es lo que todos los clubes deberían entender: que el fútbol, el baloncesto, cualquier deporte, puede ser mucho más que un partido. Puede ser un motor de cambio.

Seguimos caminando en silencio, dejando que la idea tomara forma en nuestras mentes. La noche estaba tranquila, pero cargada de posibilidades. Cuando llegamos al hotel, me detuve antes de entrar, girándome hacia Mario.

—Hoy fue especial. No solo por el fútbol, no solo por lo que vimos. Fue especial porque nos recordó algo importante: que los pequeños pasos, cuando los das con otros, se convierten en algo grande. Algo que se siente. Y algo que podemos llevar más allá de este estadio.

Mario me miró, y esta vez su sonrisa no tenía rastros de broma, solo una certeza tranquila.

—Sí, Laura. Hoy ganamos todos. Y ahora, nos toca seguir caminando.

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