"Leyma Coruña vs. Joventut Badalona: Una Oportunidad Perdida para Cuidar al Aficionado"
El ambiente en el pabellón estaba cargado de esa emoción previa al partido que siempre consigue contagiar a los asistentes. Las luces bajaban poco a poco mientras los equipos se preparaban para salir a calentar. Desde sus asientos a pie de pista, Mario y Laura tenían una vista privilegiada, pero sus pensamientos estaban en otro lado. Lo que acababan de presenciar seguía pesando en sus mentes.
—No me lo saco de la cabeza —dijo Mario, girándose hacia Laura, con el ceño fruncido—. Ese señor no vino aquí por casualidad. Compró un abono de temporada, en la zona más cara, para poder estar cómodo, para no tener que lidiar con las incomodidades del resto del pabellón. Y aun así, lo hicieron dar la vuelta entera como si su situación no importara.
Laura cruzó los brazos, mirando hacia las escaleras donde todo había ocurrido.
—Es que no era un capricho, Mario. El asiento estaba a diez metros. ¡Diez! Nadie estaba en los banquillos, ni en la pista. ¿De verdad era tan difícil dejarle pasar por ahí?
Mario negó con la cabeza, su molestia evidente.
—Y lo peor fue la actitud de la chica de comunicación. Ni siquiera intentó ayudar, solo repetía como un robot que estaba prohibido. ¿Desde cuándo una norma vale más que un poco de humanidad?
Laura dejó escapar un suspiro, apretando los labios.
—Y eso que su hija fue tan educada. Se lo explicó todo, le pidió, casi suplicó, que al menos dejara pasar a su padre. El hombre va con bastón, Mario. ¿Qué le costaba? Pero nada, como si estuviera hablando con una pared.
Mario asintió, con una mezcla de enfado y resignación.
—Y luego llega ese tipo, ¿no? El de cuarenta y tantos, que claramente conocía a la chica. Le pide pasar por el mismo sitio y ella, con una sonrisa, le deja. Ni lo pensó dos veces. Esa doble vara de medir es lo que más me cabrea.
Laura miró hacia la pista, pero su atención seguía en la conversación.
—Es que no es solo lo que le pasó a este señor. Es lo que significa. Este hombre no está aquí por casualidad. Probablemente lleva años apoyando al equipo, viendo cada partido. Y lo que se lleva hoy es la sensación de que a nadie le importa su esfuerzo por estar aquí.
Mario se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en las rodillas.
—Y no afecta solo a él. ¿Cuántas personas mayores, con movilidad reducida, o simplemente con alguna lesión vienen a estos partidos y tienen que enfrentarse a esto? Escaleras imposibles, personal que no sabe cómo ayudar… Es como si no existieran.
Laura lo miró, con los ojos llenos de una mezcla de frustración y tristeza.
—Y no es difícil arreglarlo. Solo hace falta un poco de planificación. Un mapa claro en la entrada, personal capacitado para guiar a quienes lo necesiten, accesos más directos… Es cuestión de querer hacerlo, Mario.,
Mario se encogió de hombros, soltando un suspiro pesado.
—No es complicado, pero parece que falta lo más básico: empatía. Ese señor no pedía un trato especial, solo un poco de consideración.
Laura asintió lentamente, volviendo a cruzar los brazos.
—Lo peor es que esto es una oportunidad perdida para el club. Si cuidas a tus aficionados, especialmente a los que más lo necesitan, no solo haces lo correcto. También construyes algo más valioso: lealtad. Pero si das experiencias como esta, lo único que van a recordar es lo mal que lo pasaron.
Mario dejó escapar una risa amarga.
—Es verdad. El deporte no es solo lo que pasa en la cancha, Laura. Es todo lo que lo rodea. Y si no haces que tus aficionados se sientan valorados, el espectáculo pierde todo su sentido.
Laura miró hacia las gradas, ahora casi llenas, con las luces del pabellón brillando sobre la multitud.
—Ese señor vino aquí para disfrutar, para animar a su equipo, para compartir un buen rato con su familia. Y lo único que necesitaba era que alguien lo tratara con un poco de dignidad.
Mario se recostó en su asiento, cruzando los brazos mientras los equipos salían al calentamiento final.
—Tienes razón. Este club debería aprender algo de esto, porque sin aficionados como él, los que vienen a cada partido sin importar las dificultades, esto no tiene sentido.
Ambos se quedaron en silencio, observando cómo la energía en el pabellón crecía. Pero para ellos, el verdadero partido no estaba en la cancha. Estaba en cómo el deporte podía ser mejor para todos.
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