"Pensamientos Errantes: La Vida, el Café y la NBA"
La brisa del Atlántico les despeinaba ligeramente mientras caminaban por el paseo marítimo. Cada uno llevaba un vaso de café caliente, y aunque no habían planeado tomar esa ruta, sus pasos parecían haberse dirigido ahí por inercia.
—¿Sabías que Shams Charania dice que la NBA funciona como un ecosistema? —dijo Mario de repente, sin apartar la mirada del horizonte.
Laura parpadeó, un poco desconcertada.
—¿Shams? ¿Quién es ese?
Mario rió suavemente, dando un sorbo a su café.
—Es un periodista, el tipo que sabe todo antes que nadie en la NBA. Ya sabes, siempre soltando bombas.
Laura lo miró con curiosidad, pero sin mucho entusiasmo.
—Ah, claro. Porque necesitamos más rumores para complicarnos la vida, ¿no?
Mario levantó las cejas, fingiendo sorpresa.
—Pues según él, esos rumores son importantes. Cambian cosas. Afectan los contratos de los jugadores, el valor de los equipos… Incluso el dinero que entra por los derechos de televisión.
Laura frunció el ceño, mirando las olas que rompían en las rocas como si esperara que el océano le ofreciera una respuesta.
—¿Y eso por qué debería importarme?
Mario sonrió, más por la pregunta que por una respuesta clara.
—No lo sé. Supongo que porque es interesante cómo todo está conectado. Piensa en un jugador que escucha que podrían traspasarlo. Eso cambia cómo juega, cómo lo ven los aficionados. Y, de algún modo, hasta afecta cuánto vale la franquicia.
Laura dejó escapar un suspiro y miró su café.
—Eso suena agotador. Como si ser bueno en lo que haces no fuera suficiente.
Mario asintió, aunque parecía pensativo.
—Supongo que tienes razón. Pero es parte de lo que hace que esto sea más que un deporte. Es como un reflejo del mundo real. La estrategia, las emociones, la gente intentando encontrar su lugar.
Laura lo miró, esta vez con más interés.
—¿Crees que es por eso que nos gusta? Porque nos vemos a nosotros mismos ahí, de alguna manera.
Mario sonrió y dio un sorbo a su café, prolongando la pausa.
—Quizá. O porque nos gusta el caos.
Laura rió, un poco más alto de lo habitual, lo que atrajo la mirada de un par de personas que paseaban cerca.
—Bueno, al menos ellos tienen un propósito claro: ganar. Nosotros solo estamos aquí paseando con café, intentando entender la vida.
Mario la miró con un gesto casi fraternal.
—¿Y no es eso suficiente?
Laura levantó la vista hacia el cielo, donde las primeras luces de la ciudad comenzaban a reflejarse en las nubes.
—Supongo que sí. Siempre que el café siga caliente.
Siguieron caminando, el ruido de las olas mezclándose con el murmullo de la ciudad. La conversación se fue apagando poco a poco, pero el silencio que quedó entre ellos no pedía palabras. A veces, la vida no necesita más que eso: un buen café, una caminata, y alguien con quien compartirla, aunque todo lo demás quede sin resolver.
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