"Nadar en el Cambio: La Sostenibilidad como Clave en el Deporte"
Era una tarde gris y fresca en La Coruña. Laura y Mario habían elegido una cafetería pequeña en el casco viejo, con vistas al Jardín de San Carlos. Desde la ventana, se podía ver el jardín, con sus árboles altos que parecían proteger el pequeño cementerio histórico donde descansaban figuras de la ciudad. El lugar olía a café recién molido y a algo dulce, algo dulce, cuyo aroma resultaba familiar y acogedor. Las mesas eran de madera gastada, y las sillas crujían ligeramente al sentarse. Fuera, el viento jugaba con las hojas caídas.
—¿Has visto el último "Sustainable Sport Index Report"? —preguntó Laura, removiendo el azúcar en su café con leche. —Parece que cada vez más equipos están adoptando políticas sostenibles. Es importante porque muchas de las tendencias que mencionan pueden ayudarnos a diseñar estrategias más sólidas para nuestros clientes.
Mario, que había pedido un espresso corto, levantó la vista del papel que sostenía en las manos.
—Sí, lo estuve leyendo esta mañana. Un 13% de aumento en instalaciones con políticas de sostenibilidad no está mal. Pero sigue siendo solo una parte del panorama.
Laura asintió, mientras jugueteaba con la cuchara de su café, mirando distraídamente a través de la ventana. Unas gaviotas se disputaban un trozo de pan, y por un instante, pareció perderse en ese pequeño caos cotidiano.
—Lo que me preocupa es que aún hay muchas organizaciones que ni siquiera tienen una política formal. Solo el 41%, según el informe. Eso significa que el 59% sigue ignorando el impacto que podrían tener.
Mario dejó el papel sobre la mesa, se inclinó hacia adelante y se frotó las manos, un gesto que siempre hacía cuando algo le daba vueltas en la cabeza.
—Pero, al menos, los beneficios son claros para los que sí lo hacen. El 71% de las instituciones con programas sostenibles han conseguido nuevos patrocinios. Eso es algo que no se puede ignorar.
—Como el programa de los Blazers de Portland —dijo Laura, con un tono de admiración. “Rip City Reuse”. Vasos reutilizables, toneladas de desechos evitados… Y también está fortaleciendo su marca como una organización responsable. Es un ejemplo interesante, y creo que en Europa, donde los consumidores valoran cada vez más la sostenibilidad, iniciativas como esta podrían tener un impacto similar en eventos deportivos locales.
—O eventos como la F1 en México —añadió Mario, ajustándose el cuello de su jersey. —Todavía no cubren todo, pero ya están haciendo ruido. Las marcas quieren asociarse con esto porque ven el valor comercial.
Laura suspiró, tomando un sorbo de su café caliente. Fuera, el viento seguía jugando con las hojas, como si el otoño también intentara encontrar su lugar en el caos del mundo.
—El reto está en llegar a los más pequeños. Los grandes equipos tienen recursos para implementar estas políticas, pero los clubes modestos… A ellos les cuesta más ver los beneficios.
Mario asintió lentamente, sus ojos fijos en la taza de espresso vacía. Se quedó en silencio un momento antes de hablar, como si estuviera calibrando sus palabras.
—Quizá el enfoque debería cambiar —dijo al fin. —Mostrar que la sostenibilidad no es solo un lujo, sino una necesidad. Algo que también puede ayudarles a sobrevivir en un mercado competitivo.
Laura se inclinó hacia adelante, apoyando los codos sobre la mesa. Sus ojos brillaban con una mezcla de determinación y esperanza.
—Ahí entramos nosotros —dijo. —Como consultores, podríamos ser quienes conecten esos puntos. Enseñarles que estas políticas pueden ser rentables y, además, beneficiosas para todos.
La camarera llegó con dos porciones de tarta de Santiago, su aroma dulce llenaba el aire mientras las colocaba sobre la mesa con una sonrisa discreta. Laura cerró los ojos un segundo, disfrutando del olor familiar. Laura y Mario agradecieron en voz baja, y por unos minutos dejaron que el ambiente se llenara del murmullo de conversaciones cercanas y el suave tintineo de tazas.
—Es curioso —dijo Mario finalmente, cortando un trozo de bizcocho. —Cuando pienso en sostenibilidad, no solo pienso en el medio ambiente. Pienso en movimiento, en adaptarse, en cambiar.
—Como nadar —dijo Laura, dejando su cuchara en el plato. —Es esa sensación de fluir, de avanzar sin forzar demasiado, dejando que el agua te guíe, pero sin perder el control del movimiento. Como consultores, es algo que buscamos transmitir: ayudar a las organizaciones a encontrar su corriente y avanzar con dirección, incluso en entornos complicados.
Mario asintió lentamente, masticando despacio mientras sus pensamientos parecían nadar entre las palabras de Laura, dejándose llevar por la idea de fluir. Afuera, el viento jugaba con las ramas de los árboles, moviéndolas en un vaivén constante.
Laura rompió el silencio, dejando su taza sobre el platillo y apoyando una mano sobre la mesa, como si el contacto con la madera pudiera darle más peso a sus palabras.
—Y tal vez ese sea nuestro trabajo más importante. Enseñarles a nadar, a fluir en un mundo que no siempre es amable.
Mario dejó el tenedor a un lado, mirándola con una sonrisa leve.
—Enseñarles a encontrar su ritmo —respondió.
El viento cesó por un momento, y la ciudad pareció detenerse con ellos, como si estuviera escuchando.
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