Roger Federer y On Running: ¿Zapatillas Sostenibles o Greenwashing?

Por Pablo S.R
A Coruña – Enero 2025

La tarde en La Coruña tenía ese gris apagado que anunciaba lluvia sin decidirse del todo. Mario y Laura caminaban juntos hacia el café de la esquina, como solían hacer después del trabajo. Era un hábito que no necesitaba muchas palabras. A veces hablaban; otras, simplemente compartían el silencio.

Cuando entraron, la campanilla de la puerta resonó con un timbre leve y familiar. Eligieron la mesa junto a la ventana, como siempre. Pidieron dos cafés con leche y una porción de tarta de Santiago para compartir. Laura fue la primera en hablar.

—¿Viste el artículo sobre las zapatillas de Federer? —preguntó, mientras frotaba sus manos contra la taza caliente.

Mario asintió. Estaba todavía decidiendo qué decir.

—Sí. Lo leí esta mañana. —Hizo una pausa breve—. Es fuerte, ¿no? La idea de una zapatilla 100% reciclable suena genial… hasta que empiezas a ver los números.

Laura arqueó una ceja, curiosa.

—¿Qué números?

Mario dejó su taza en la mesa y se inclinó ligeramente hacia adelante, como si quisiera que su punto llegara más claro.

—Por ejemplo, ¿sabías que esas zapatillas viajan como veintiocho mil kilómetros antes de que las uses? Aceite de ricino transformado en plástico en Francia, ensamblaje en Vietnam, luego enviadas a Europa o a Estados Unidos para la venta.

Laura se quedó pensativa, jugueteando con la cuchara.

—Espera. ¿Veintiocho mil kilómetros? Eso es una locura. ¿No se supone que lo sostenible debería implicar menos huella de carbono?

Mario se encogió de hombros.

—Exacto. Y eso no es lo único. Prometen reciclaje infinito, pero, según el artículo, ni siquiera han reciclado un solo par de zapatillas todavía. Las tienen almacenadas en Suiza, esperando a que se les ocurra cómo hacerlo.

Laura levantó la mirada, incrédula.

—¿Me estás diciendo que llevan años vendiéndolas como "circular" y ni siquiera tienen un sistema de reciclaje funcionando?

—Eso mismo. —Mario hizo un gesto con las manos, como si le costara creerlo él mismo—. Y luego está lo del plástico.

—¿Qué pasa con el plástico? —preguntó Laura.

Mario tomó un sorbo de café antes de responder.

—Las zapatillas están hechas de plástico derivado del aceite de ricino. Lo venden como algo más "verde", pero al final sigue siendo plástico. Según una experta que citan en el artículo, Nathalie Gontard, ese material no es realmente reciclable. Así que todo lo de la economía circular suena más a marketing que a otra cosa.

Laura suspiró y apartó la mirada hacia la ventana, donde empezaba a llover suavemente. El golpeteo de las gotas contra el vidrio le daba a la conversación un fondo melancólico.

—Es decepcionante, ¿no? Federer siempre ha tenido esta imagen impecable. Ético, auténtico… Y ahora esto.

Mario asintió, pero no parecía completamente de acuerdo.

—No sé si es justo culpar solo a Federer. Al final, es una figura pública. No creo que él haya diseñado el sistema.

—No, pero su imagen ayuda a venderlo —dijo Laura, volviendo a mirarlo—. Si Federer está involucrado, la gente asume que el producto es confiable. Es una forma de… ¿cómo lo llaman? ¿Greenwashing?

Mario asintió otra vez, más convencido.

—Exacto. Es como si nos vendieran una fantasía: que podemos consumir de forma ética, que podemos seguir comprando cosas sin sentirnos culpables. Pero al final, sigue siendo lo mismo de siempre. Plástico, fábricas en Vietnam, emisiones globales...

Laura se quedó en silencio por un momento. Luego se inclinó hacia la tarta de Santiago, partió un pedazo pequeño con el tenedor y lo probó lentamente.

—¿Sabes lo que más me molesta? —dijo, finalmente—. Que esto no solo es sobre unas zapatillas. Es un reflejo de todo lo que hacemos. Queremos soluciones rápidas, algo que nos haga sentir que estamos haciendo las cosas bien… pero sin cambiar nada realmente.

Mario la miró por un momento, como si estuviera evaluando sus palabras.

—Sí. Pero, ¿qué hacemos entonces? ¿Dejamos de consumir del todo? ¿Nos volvemos cínicos y dejamos de creer en cualquier intento de sostenibilidad?

Laura hizo una mueca, pensativa.

—No lo sé. Tal vez todo empieza por exigir más transparencia. Si las marcas no pueden cumplir lo que prometen, al menos que no nos vendan cuentos. Y como consumidores, creo que también tenemos que ser más responsables. No todo puede ser tan fácil como hacer clic en "añadir al carrito".

El silencio volvió a instalarse entre ellos, pero esta vez no era incómodo. Era un silencio lleno de ideas, de pensamientos que flotaban en el aire como las gotas de lluvia fuera del café.

—Quizás —dijo Mario finalmente, con una leve sonrisa—. Pero mientras tanto, creo que necesitamos otro café para arreglar el mundo.

Laura se rió suavemente y levantó la mano para llamar al camarero.

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