"El Deporte en la Era Digital"

La tarde de diciembre se extendía gris sobre La Coruña, con una niebla que parecía no querer marcharse. Desde la ventana del pequeño café en la Plaza de Lugo, Laura observaba cómo el mundo allá afuera se movía lento, casi con desgana. Un hombre paseaba a su perro bajo las luces navideñas que parpadeaban de forma irregular. Todo parecía envuelto en un silencio tenue, como si alguien hubiera apagado el sonido de la ciudad.

Mario llegó sin prisa, con las manos en los bolsillos y el abrigo desabrochado, dejando entrar el aire frío. Tomó asiento frente a Laura, dejó su bolso en el suelo y pidió un café corto. Laura lo miró como quien encuentra a un viejo amigo en un lugar que ya no recuerda, pero al que pertenece.

—¿Lo has leído? —preguntó, rompiendo el aire quieto que se había formado entre ellos.

—Claro —respondió Mario, apoyando un codo en la mesa mientras removía el azúcar en su taza—. Ese artículo sobre la transmisión deportiva… No sé, Laura, siento que estamos corriendo en círculos.

Laura arqueó una ceja, intrigada.

—¿Círculos?

Mario se inclinó un poco hacia adelante, como si quisiera que sus palabras se quedaran atrapadas en el vapor de sus cafés.

—Piensa en el streaming, en Netflix, en Disney. Hace años nos prometieron que sería la solución, ¿no? Que podríamos ver lo que quisiéramos, cuando quisiéramos, sin límites. Ahora… —se detuvo, tomó un sorbo de su café y continuó—. Ahora necesitamos cinco plataformas para seguir un solo deporte. Como si hubiéramos cambiado una jaula por otra.

Laura asintió lentamente, como si las palabras de Mario resonaran con algo que ya había estado pensando.

—Y luego está Netflix queriendo transmitir deportes en vivo —dijo ella, apoyando la barbilla en una mano—. Es como si estuvieran tratando de demostrar que pueden hacerlo todo. Pero transmitir deportes no es como producir una serie. Es impredecible. Es humano.

Mario soltó una risa suave, casi inaudible, mientras miraba por la ventana. El hombre del perro había desaparecido, dejando atrás solo huellas en la acera húmeda.

—Eso es, ¿no? Lo humano. La IA está entrando con fuerza, automatizando resúmenes, análisis en tiempo real, experiencias personalizadas. Parece increíble, pero… —se detuvo, buscando las palabras—. Es como correr en una cinta. Puedes ajustar la velocidad, la inclinación, todo está perfectamente calculado, pero al final no vas a ningún sitio. Te falta el aire, el paisaje, la sensación de avanzar.

Laura lo miró con curiosidad, como si estuviera viendo a alguien que corría, pero en su mente.

—¿Y qué crees que estamos perdiendo? —preguntó.

Mario la miró directamente, algo que hacía rara vez.

—El alma —dijo simplemente—. Antes, cuando veías un partido, sentías algo real, incluso en los errores. Ahora todo está tan pulido, tan calculado. ¿Dónde queda la imperfección, lo inesperado?

Laura sonrió, una sonrisa pequeña pero sincera, y desvió la mirada hacia la calle.

—Es como si el deporte se estuviera convirtiendo en una especie de espectáculo para algoritmos —dijo en voz baja—. Pero tal vez por eso seguimos viendo eventos como los Juegos Olímpicos. Porque todavía hay algo ahí, algo que no se puede replicar.

Mario asintió. Afuera, la niebla empezaba a disiparse, dejando al descubierto las luces de los escaparates.

—Es un equilibrio complicado —dijo finalmente—. Avanzar sin perder lo que hace que todo esto tenga sentido. Como correr en un camino desconocido. No sabes dónde terminarás, pero sigues adelante porque hay algo en el acto mismo de correr que te mantiene vivo.

Laura dejó escapar un suspiro, como si sus pensamientos fueran tan ligeros que flotaran en el aire.

—Quizá sea eso lo que más nos fascina —dijo—. Ese equilibrio entre lo nuevo y lo viejo, entre lo perfecto y lo imperfecto. Al final, seguimos mirando porque no sabemos qué va a pasar. Y eso, creo, es lo único que nunca deberían quitarnos.

El café seguía humeando entre ellos. Afuera, las luces navideñas parpadeaban de nuevo, y alguien más paseaba con su perro. En esa esquina tranquila de la Plaza de Lugo, Laura y Mario reflexionaban sobre algo más grande que un artículo, algo que parecía estar siempre presente pero fuera de alcance, como la niebla que lentamente se disipaba.

©Derechos de autor. Todos los derechos reservados.

Necesitamos su consentimiento para cargar las traducciones

Utilizamos un servicio de terceros para traducir el contenido del sitio web que puede recopilar datos sobre su actividad. Por favor revise los detalles en la política de privacidad y acepte el servicio para ver las traducciones.